viernes, 16 de abril de 2010

Violeta Canggianelli

Iturriza

Amanecí con la espalda manchada y los pies impregnados de amarillos y verdes.

mi cara era de un fucsia encendido. El ánimo como la misma flor marchita de mi pelo lacio. Vi en mi voz el sonido de la piedra que tiró y no se detuvo.

Su impronta ave fénix me dejó resignada por unos años. En ese tornado de rejas y chispas no vi la luz ni el reflejo de los adoquines de mi servir constante.

La luz de mi sonrisa tenía despintadas sus gotas de vuelo. Veo mal ese cielo.

Son torres de cielo cortadas como un arreglo de letras y pinches.

De la ventana mojada de su casa del Sur se veía el pasto bicolor y la cara de su perrito pintado.

Su madre llegó una tarde vestida de colores primarios hablando de su baño aclarado, de los grillos celestes y de su grillo gris, mojado y dormido en el vitraux del fondo de su ventana.

Todo parece un laberinto asignado: el verde de las nubes y la tierra repleta de bichos y pinches. La punta de la montaña blanca era igual al algodón pinchudo.

Mi barco de papel no tiene límites claros. Le puse mi campanita en lo más alto de la vela y pegada en el borde la foto del beso desnudo de John y Yoko.

Me paro en la esquina de la cabaña de rombos. La retina desprendida de Itu me hizo vivir insana esos años nuevos. Los dos engaños en su cuerpo de zorrino le hablan. Su corbata atada a la garganta me volvió a contar el porqué, del bies de sus jeans, arremangados en la playa mojada.

Violeta Canggianelli

www.elhoteldeladanza.blogspot.com

es mi blog.

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